Acaso allí estará, cuatro costados
  Bañados en los mares, al centro la meseta
  Ardiente y andrajosa. Es ella, la madrastra
  Original de tantos, como tú, dolidos
  De ella y por ella dolientes.
   
  Es la tierra imposible, que a su imagen te hizo
  Para de sí arrojarte. En ella el hombre
  Que otra cosa no pudo, por error naciendo,
  Sucumbe de verdad, y como en pago
  Ocasional de otros errores inmortales.
   
  Inalterable, en violento claroscuro,
  Mírala, piénsala. Árida tierra, cielo fértil,
  Con nieves y resoles, riadas y sequías;
  Almendros y chumberas, espartos y naranjos
  Crecen en ella, ya desierto, ya oasis.
   
  Junto a la iglesia está la casa llana,
  Al lado del palacio está la timba,
  El alarido ronco junto a la voz serena,
  El amor junto alodio, y la caricia junto
  A la puñalada. Allí es extremo todo.
   
  La nobleza plebeya, el populacho noble,
  La pueblan; dando terratenientes y toreros,
  Curas y caballistas, vagos y visionarios,
  Guapos y guerrilleros. Tú compatriota,
  Bien que ello te repugne, de su fauna.
   
  Las cosas tienen precio. Lo es del poderío
  La corrupción, del amor la no correspondencia;
  y ser de aquella tierra lo pagas con no serIo
  De ninguna: deambular, vacuo y nulo,
  Por el mundo, que a Sansueña y sus hijos desconoce.
   
  Si en otro tiempo hubiera sido nuestra.
  Cuando gentes extrañas la temían y odiaban,
  y mucho era ser de ella; cuando toda
  Su sinrazón congénita, ya locura hoy,
  Como admirable paradoja se imponía.
   
  Vivieron muerte, sí, pero con gloria
  Monstruosa. Hoy la vida morimos
  En ajeno rincón. Y mientras tanto
  Los gusanos, de ella y su ruina irreparable,
  crecen, prosperan.
   
  Vivir para ver esto.
  Vivir para ver esto.
 
(Luis Cernuda)
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