¿Dónde estás, Carlitos?

El otro día soné que me mandabas dos e-mails en respuesta a algunos mios que se habrían quedado por ahí. Yo me daba cuenta de que era imposible: ¿seria algún amigo tuyo que estaría utilizando tu computadora y en un acto de piedad me estaba contestando en tu nombre? Pero por algún motivo, por alguna certeza interior inexplicable, supe que eran verdaderos mensajes tuyos.

No se si llegue a abrirlos y a leerlos. ¿Podrías volver a intentar?

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