Halcones
El halcón de hierro está trepado a mis pestañas
y yo siento un peso triste apoyándose en mi sueño.
Lleva el halcón un gorro de balcones acechantes
y en el pico una piedra con olor a maderas,
a cognac dolorido y bonachón.
“¡Acabemos con esto de una vez!”,
dice el halcón, cansado.
Yo me avergüenzo, entonces.
Mi habitación se inunda de leche amarga, de lunas derretidas,
sobre el tejado mismo donde bailan las urracas.
Me acomodo en la cama nuevamente,
consolando a mis trenzas de su absoluta soledad castaña.
“Acabemos con esto, te lo digo”,
repite el halcón a punto de perder el equilibrio.
Comentarios
El juego de halcón y balcones me costó un poco, pero capaz ahí está el chiste, no?
Beso.
Y los balcones, desde los trovadores, Romeo y Julieta, el enamorado y la muerte, y otros arquetipos medievales, tiene algo de eso ¿no? Al menos a mí me parece.
¡Y las serenatas mariachis, claro!
Genial!
Beso,
Katia
Algo así. Mi lectura del texto es sólo una visión del asunto.
Gracias por las visitas!